Qué gusto... ¡hablar!
Qué gusto hablar contigo y saber callar para
entender, para escuchar, para comprender, para respetar y no querer ofender. Hablar, conversar, dialogar,
charlar, todos sinónimos de una misma
acción, que es arma de poder de convicción y fuerza arrebatadora para el inicio del amor y el entendimiento.
Respeto las verdades de una realidad que
ha sido, es y será la verdadera historia de nuestra civilización: la de las
relaciones personales rotas en muchas ocasiones por las formas empleadas al
hablar. Sin embargo, me opongo a dar testimonio de ello y sucumbir a tal
mediocridad. Oscar Wilde decía: la finalidad del
embustero consiste simplemente en agradar, deleitar, proporcionarnos un placer;
es la base misma de la sociedad civilizada. Y Martin Luther King decía que para tener
enemigos no hace falta declarar una guerra; solo basta decir lo que se piensa.
Tengamos la fortaleza y la reciedumbre de
hacer posible que las palabras se conviertan en una fabulosa herramienta que
facilite la convivencia de muy pocos, unos cuantos y de muchos. Que sean una guía que lleve a la satisfacción
del trabajo en equipo, que sean emblema de la llegada a la meta que pone fin a un camino repleto
de diferencias y desacuerdos. Transformémoslas en una puerta de palacio, que desfilen sobre alfombra, proporcionándoles el protagonismo de quien se
sabe puede aportar, ayudar, callar, querer, consolar, emocionar, ilusionar y
acoger.
¿Qué significa hablar? Según la RealAcademia Española, hablar consiste en dirigir la palabra a alguien. Sin más. Si analizáramos durante unos minutos el
concepto hablar, podríamos sacar una conclusión que dejaría al termino hablar
¡casi sin personalidad! Porque quien aporta valor a la palabra es quien la
emite. Tú.
Desde el punto de vista de la filosofía,
para los pitagóricos, el silencio es un ingrediente también trascendental que forma
parte de la conversación siendo éste señal de discreción y autodominio, simbolizando,
Pitágoras, la actitud silenciosa del sabio. Al respecto, Bacon nos dice:
“Los hombres conversan por medio de
lenguajes, pero las palabras se forman a voluntad de la mayoría, y de la mala o
inepta constitución de las palabras surge una portentosa obstrucción de la
mente. Ni tampoco las definiciones y explicaciones con que los eruditos tratan
de guardarse y protegerse son siempre un remedio, porque las palabras violentan
la comprensión, arrojan a la confusión y conducen a la humanidad a innumerables
y vanas controversias y errores.”
Consideremos los ingredientes que resultan cardinales,
esenciales en una conversación, de igual modo que la cantidad justa de sal que
debemos utilizar cuando cocinamos. Y es
en primer lugar la mirada llevada de la mano del silencio.
Mirada que tiene que ser, a mi juicio,
comprensiva, paciente, que escucha,
capaz de entender lo que cuenta el otro, capaz de ser respetuoso con las
palabras del otro, que sabe estar y por tanto
no se escandaliza, sufre con el error ajeno, se compadece, y se complace
con sus logros.
Una mirada humilde que rechaza la
arrogancia y la altanería. Cuando hablamos, nos descubrimos porque
decimos lo que pensamos y lo que sentimos. Presentamos nuestro punto de vista
sobre los acontecimientos. Por ello, también hace falta fortaleza por parte del
que escucha e implica un esfuerzo por no
hacer un juicio determinante del otro.
Escuchar es una forma de realizar un
recibimiento cálido, como cuando uno abre la puerta de su casa para que entren
en ella. Os ha pasado alguna vez, ir a casa de alguien y que nadie espere en la
puerta para darte la bienvenida… Pues yo a eso lo comparo con un modo de
escuchar frio e indiferente. Escuchar es estar dispuesto a recibir,
arropar, acoger y aceptar. Es entonces cuando la otra persona se
tropieza con la confianza, término que adoro y valoro por encima de todo.
Cuando hablamos, estamos confiando.
Llegados a este punto, no confundamos
hablar con parlotear, chismorrear, murmurar,
juzgar, difamar, desacreditar. ¡Cuidado! Winston Churchill decía valor es lo que
se necesita para levantarse y hablar, pero también es lo que se requiere para
sentarse y escuchar y culmino con otra
cita suya que recita así: courage is the first of human qualities because it is
the quality that guarantees all the others. El coraje es la cualidad humana
más estimada porque es la cualidad que garantiza todas las demás.
Además de la confianza, el valor, la
valentía es otro ingrediente que no puede faltar en nuestra conversación, en el
arte de hablar.

Supongo que en alguna ocasión habréis
necesitado desahogaros, contar una preocupación, una situación que os agobiaba
y habéis decidido hablar y habréis escogido a alguien para hacerlo. No penséis
que esa persona se elige al azar. Yo no creo en eso. En ese instante os habéis
dado la oportunidad de confiar en la otra persona.
Estaréis de acuerdo que cuando se habla
de acontecimientos tan importantes, se desatan sentimientos, pensamientos,
miedos, temores, dudas… El alma se abre porque necesita vaciar el exceso, como
cuando una embarcación necesita achicar agua debido a los imprevistos que suceden en alta mar.
Hablar, qué maravillosa palabra. Socrates, filósofo clásico griego, decía: habla para que yo pueda conocerte. Hablar conlleva contagiar, expresar ilusiones y
sueños. Cuidemos nuestras palabras, pensemos
antes de hablar. Pongamos en práctica la reflexión.
A modo de examen: ¿Pueden mis palabras,
mis comentarios hacer sufrir o dañar a otros? De ser así, ¿nos disculpamos y
reparamos el daño hecho haciendo alarde de justicia?
Por consiguiente, seamos maestros en este
acto de mantener una conversación con otro u otros. Seamos responsables de esta
ordinaria y habitual tarea, y a la vez muy relevante actividad que supone estar
y participar con los otros. Seamos
conscientes de la importancia de aprender a hablar, de dirigirse a los demás,
porque hay algo muy cierto, cuando hablo es mucho lo que pongo en riesgo.
Por MFran Parres
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Qué gusto hablar, ¿verdad? ;) Si quieres que hablemos tú y yo sencillamente escríbeme a asesorapersonalcom@gmail.com
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