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Qué gusto… Todo el año Navidad

Desde muy pequeña he vivido la Navidad como un gran acontecimiento que, sí o sí se tenía que celebrar poniendo el belén, preparando la cena de Nochebuena y Navidad para la familia, escribiendo la carta a los Reyes Magos, asistiendo a la Misa del Gallo con un frío que se te metía en los huesos y muerta de sueño, y como no, celebrando la llegada de los Reyes Magos con la cabalgata y el roscón con chocolate.

Recuerdo un año que los Reyes vinieron a casa para entregarnos, a mis hermanos y a mí, los regalos. No lo olvidaré jamás. Como tampoco olvidaré las reuniones en casa de mi abuelo materno junto a esa magnífica chimenea de leña, cantándole al Niño Jesús, y jugando con las figuras del belén que incluían todo lo que uno puede imaginarse (río, lago, pozo, patos, ovejas pastores, palomas…). Qué momentos más bonitos que no volverán. Así es cómo vivía yo, de niña, la Navidad. Muy cerquita de la figura del Niño y con una sonrisa y una emoción que aún me embargan.


Todavía tengo el enorme privilegio de seguir disfrutándola admirando el belén que todos los años hace mi padre para las Hermanas Clarisas en Elche. Un belén en el que puedes contemplar las escenas que recogen el misterio del Nacimiento de Jesús y que permite adentrarte en él recorriendo todos sus rincones y conversando con todos los personajes. Pero no todo el mundo vive así la Navidad.

La Navidad te invita a acercarte más a Jesús. A conocerlo más, a tratarlo más de cerca, a hablarle, a pensar con Él, a dialogar con Él, a contarle tus preocupaciones y tus enfados. Te invita a desahogarte, a encontrar la paz, a sacar conclusiones con Él, a observarlo en ese pesebre humilde acompañado por sus padres y rodeado del calor de unos animales en un establo. Te invita a descubrir que la verdadera Navidad es la lucha por conquistar la Fe, el Amor y el reconocimiento de tu Padre Dios. La Navidad interpela, a cristianos y no cristianos, a identificar y reconocer cuáles son los verdaderos valores y prioridades en tu vida. Te anima a buscar la Verdad, a defenderla y finalmente admirarla.

Son esos momentos pequeños y tan especiales de encuentro cara a cara con Dios niño lo que define la verdadera Navidad.

Navidad se celebra todo el año. Sí, sí, todo el año. La Navidad nace cuando tú decides querer, disculpar y pasar por alto. Nace en los momentos en los que ruegas a Dios por otros, por los que sufren (amigos y no amigos, familiares, vecinos, enfermos y niños) y por las necesidades a las que se enfrenta la humanidad cada día. La Navidad nace cuando le pides a Dios que te enseñe a perdonar a tu prójimo, cuando decides convertirte y seguirle cueste lo que te cueste, aún sin entender ni saber qué espera Él de ti. Entonces, ya es Navidad.

Cuando te levantas y planificas tus días y a continuación aparecen los imprevistos, los incidentes y las desavenencias, en definitiva, lo que hace que tus días maravillosos se nublen y, de repente, te acuerdas que tienes a un Amigo que no falla, al que puedes recurrir siempre y llorar con Él, con el que no te enfadas ni le preguntas por qué. Cuando reaccionas así, Jesús acaba de nacer en ti. ¡Surge el milagro de la Navidad!

Navidad es una palabra que sugiere para muchos infinidad de significados: vacaciones, viajes, regalos, gastos, fiestas, jaleo, Nochevieja, reuniones abarrotadas de familiares, recetas elaboradas, matasuegras y panderetas. Con tanto ruido a veces olvidamos la belleza del silencio.

El bebé divino acaba de nacer y nos invita a la celebración, pero es una fiesta sin ruido, sin alboroto. Atrévete a imitar la alegría y el gozo serenos que se desprenden de acoger una nueva criatura al mundo en medio del silencio. Conviértete en espectador. Contempla a José y María que te enseñan a guardar la calma y dejan dormir a Dios en medio del gran revuelo que se crea por la noticia.

Imagino a todos llegando al portal con una sonrisa indescriptible, llenos de emoción. Imagino que en el camino todos los que fueran a conocerle irían ensimismados pensando las palabras apropiadas, los gestos, los movimientos con tal de no molestar al Niño. Y una vez delante de los tres, todos, sin excepción, se quedarían sin habla. Quizá pedirían permiso para acercarse, o tal vez no, y María protegiendo a su querido Hijo les invitaría a acercarse para contemplar el bebé más bonito del mundo.

A San José me lo imagino callado, prudente, valiente y muy fuerte, dispuesto a defender a su familia, María y el Niño, su hogar. María, maternal, cariñosa y madre estaría atenta y servicial con todos sin apartar los ojos de su Hijito. ¡Qué maravilla! Es así como la Navidad te enseña a dar la bienvenida a la vida. No importa el momento en el que sucede o transcurre, se defiende contra viento y marea. La pobreza, la escasez de comodidades iban de la mano de este suceso, no importaban los medios, lo más importante era hacer posible que Cristo estuviera entre nosotros. Tú puedes hacer que esto siga sucediendo.

La Sagrada familia te recuerda con su ejemplo que las dificultades se pueden sortear. Solo hay que prestar atención al Niño, escúchalo, abrázalo en tu corazón, mímalo. María y José no dudaron en saltar los obstáculos que los asaltaban. ¡Lo defendieron para defenderte!

Mirándolos a ellos, Navidad es la actitud que adoptas para vivir la vida con dignidad, valentía y coraje. La Navidad te invita a querer tratar con delicadeza al más pequeño y al más mayor, al indefenso, al que aguarda con silencio todo lo que sucede a su alrededor, al que habla de más porque no se atreve a callar. Navidad te enseña a acariciar en tu corazón al que te hace daño porque no sabe no hacerlo.

Navidad es la herramienta en la que apoyarte cuando quieres seguirle a Él. Es la agenda de tu semana-día vista, es la puerta de entrada al calor del hogar, de tu hogar y la salida de emergencia para todo aquel que te necesita.

Siempre, Feliz Navidad.

Por Mf Parres.







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