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Teoría número 14: La teoría del ombligo

La teoría del “ombligo” nos recuerda lo sorprendente que puede ser escuchar, tal cual, lo que se nos dice -no lo que creemos que nos dicen-, domar nuestros pensamientos ombligueros y sobre todo vivir en la más pura realidad donde la gente habla, se equivoca y en muy pocas ocasiones lo último que desea es hablar de tu madre en los términos que lo hace mi vecina sobre la mía. 
Precisamente anoche, mientras me lavaba silenciosamente los dientes, mi vecina (que me acosa de manera violenta por ello, esto os lo puedo contar en otro post) me gritó a través de la pared algo que comprometía a mi madre: ¡Hija de …!  Yo le respondí: ¡y tú una grandísima hija de Dios! Y me fui tan tranquila a dormir con mis dientes limpísimos. Mis palabras, en una situación normal, podrían no suponer nada más allá sino fuese porque desde hace un mes sufro calumnias en torno a mis comentarios. ¿Me habrá mirado un tuerto? O peor aún, ¿he dejado de amar a la RAE y no elijo las palabras acertadas? 
Estoy desarrollando la idea de que la gente ya no bebe Coca Cola sino sangre. Sí, sí, hay un sector de la población que frecuento que al parecer está sedienta de sangre, drama y disputas. Así que no me sorprenderá si veo una denuncia que diga que anoche llamé a mi vecina “grandísima hija de una madre con un trabajo indigno”. Porque la gente en vez de escuchar, crea en su cabeza lo que quiere oir. 
Yo, me, mi, conmigo y mi ombligo. Un ombligo que he consensuado con mis alumnos universitarios que no es una parte del cuerpo que sobresalga por su belleza. Esto es lo que pasa, la gente no quiere belleza, quiere algo común, algo cómodo, algo para mirar bajo y como muy alto a la altura del mencionado ombligo.
Si lees este blog es porque te gusta mirar a los ojos, a la cara y al sol porque las cloacas te huelen muy mal como para andar por ellas de manera habitual. Una persona acaba de decir a mi lado: “esta es idiota” y he dicho: “¿y quiénes no lo somos de vez en cuando?”. Pero de serlo de vez en cuando a convertirlo en tu estilo de vida... Hay un ombligo de diferencia.
Creo que lo importante ahora mismo radica en disculpar, querer comprender, ser ejemplo de constancia y sobre todo no confundir la falsedad con la prudencia, la falta de palabras con el silencio del cobarde. Ningún “buenismo” justifica que la mala leche que tienes dentro recaiga sobre mí. 

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